Ongaro apoya el rescate de
los Ciccone
El apoyo de la Federación
Gráfica Bonaerense a la expropiación de la ex Ciccone, expresado en un
comunicado y entrevistas a diversos dirigentes, busca disimular su completa
impotencia ante la larga declinación de la empresa.
La burocracia ongarista se
suma ahora al coro que defiende el arbitraje estatal como “una recuperación de
soberanía en la línea de lo hecho con YPF” e incluso como un paso trascendente
en “la integración de la patria grande latinoamericana” (?) afirmando falsamente
que “es algo que veníamos sosteniendo a través de los años”.
Pero la realidad es que Ongaro
se ubicó siempre, por acción u omisión, junto a alguno de los grupos
capitalistas - ligados a distintas fracciones del poder - que se disputaron el
control de la compañía. Y sobre todo junto a los hermanos Ciccone.
En el 2009, durante uno de
los tantos períodos de paralización de la planta, Ongaro se dedicó a gestionar por
intermedio de las Madres de Plaza de Mayo apoyo financiero oficial y hasta
aportó dos millones de pesos de los fondos sindicales para el pago de salarios.
Luego, en el 2010, cuándo
se canceló el contrato de alquiler de Boldt y
se levantó la quiebra que permitió el ingresó de The Old Fund, puertas
adentro, los representantes sindicales defendieron sin reparos la gestión de
Tabanelli.
Incluso cuando el
escándalo Bodou-Vandenbroele estaba en todos los titulares y la prometida
impresión de billetes llevaba ocho meses sin despegar, el sindicato publicó una solicitada
reclamando “que los billetes que alguna vez se hicieron en Brasil o en otros
países deben hacerse ahora en Argentina”, sin rozar siquiera el tema del
negociado.
Y ahora que el derrumbe de
esa operación fraudulenta obligó al gobierno a intervenir para rescatar a la
empresa e intentar salvar a Boudou y los
involucrados, el sindicato se vuelve a revelar como un mero compinche del
nacionalismo patronal que mantiene a los trabajadores como convidados de
piedra.
En síntesis: en ningún
momento la Federación Gráfica Bonaerense exigió la estatización de la empresa
como sí lo hizo la Naranja Gráfica. Ahora, con al empresa quebrada y ante un
caso de lavado de dinero, avaló el rescate de los empresarios quebrados, que
deberían pagar con sus fortunas las deudas a la AFIP, cuyas máquinas y edificio
deberían pasar al estado sin compra alguna del paquete accionario y preservando
todos los puestos de trabajo y el convenio colectivo gráfico.
Impulsamos inmediata asamblea general –que no se ha
hecho- para fijar una posición sobre temas vitales como la apertura de los
libros y el fin de los curros, el encuadramiento convencional, el control
obrero de la producción y la formación de un directorio integrado
mayoritariamente por representantes de los trabajadores votados en asamblea,
rotativos y revocables.
Miguel Bravetti