Una respuesta de lucha extraordinaria
Pese al frío intenso de la madrugada del jueves en los
portones de la planta de Impresores se sentía calor; en parte por el fuego de las
cubiertas y en parte por la tensión que recorría al núcleo de delegados y
activistas que desde muy temprano arrancaron con el primer piquete.
Las asambleas de los tres turnos habían votado el día
anterior comenzar un paro con permanencia en la puerta para rechazar el despido
de Diego Miranda, uno de los más firmes defensores de la organización interna.
Era la mayor prueba de fuerza desde la asunción de la nueva dirección clasista
apenas cinco meses atrás.
Durante este tiempo la empresa echó mano a todos sus
recursos para quebrar el proceso de reorganización del taller: despidos,
“premios” selectivos, una negativa cerrada a todos los reclamos y un hostigamiento
sistemático a los delegados.
Pero contra las previsiones de la patronal la unidad
en torno a la interna se fortaleció día a día; el acampe de veinticuatro horas
realizado hace unas semanas demostró un alto compromiso de los trabajadores.
Probablemente esta constatación precipitó la medida del despido.
Para una patronal acostumbrada a imponer su disciplina
de este modo (hubo más de cincuenta despidos en el último año y medio) el cálculo
era simple: con la indemnización sobre la mesa, incluso con algún puntito más,
cualquier acción de resistencia real quedaba anulada; esa fue la norma hasta
ahora. Pero el rechazo inmediato de Diego a la indemnización y su reclamo
irrenunciable del puesto de trabajo fue el punto de apoyo para la huelga.
Una
huelga-piquete
Un antecedente que pesa sobre el taller fue un paro realizado
hace unos años, bajo dirección de la Verde, que terminó en una estrepitosa
derrota y con la perdida de premios y horas; aquella medida fue quebrada por la
acción de un grupo de carneros. De aquí la conclusión del activismo de que la
huelga debía ser afuera de la planta y bajo la forma de un piquete, que es como
efectivamente se hizo.
El piquete, que fue masivo desde la llegada del turno
mañana (reforzado por delegaciones de otras empresas del parque como Kromberg) se
mantuvo durante dieciocho horas; en esto la conducta enérgica, combativa, ejemplar, del activismo y en especial de los siete
delegados de la interna fue determinante.
Aunque la función del piquete era solo disuasoria y
enfocada al personal de planta, el sector de logística encuadrado en camioneros
se plegó activamente y los administrativos resolvieron no ingresar. Hay que
admitir que la escena era un tanto intimidante.
La patronal, sorprendida por los acontecimientos, busco
romper la unanimidad de la huelga apelando a la justicia. Como no podía ser de
otro modo la fiscalía citó a la interna para intimarla a levantar el bloqueo
sin escuchar ningún otro argumento y envió a la policía para custodiar el
ingreso de un grupo que supuestamente había reclamado garantías. Pero la
presión del centenar de compañeros que cerraban el acceso era tan grande que
los supuestos “interesados” rechazaron la propuesta del cordón policial y
decidieron esperar el resultado de la audiencia en el Ministerio de Trabajo
convocada para esas horas.
La misma Subsecretaría de Trabajo que se lavó las
manos durante meses desoyendo todas las denuncias anteriores de los
trabajadores se apresuró a dictar de oficio la conciliación obligatoria que
solo fue aceptada con el compañero en su puesto y sin sanciones de ninguna
naturaleza para nadie. La empresa adelantó que acataría la resolución pero
ratificó su voluntad de volver a despedirlo al acabo de la conciliación.
Con este resultado la asamblea votó levantar la medida
pero retomarla instantáneamente si al día siguiente la patronal obstaculizaba
el ingreso de Diego a su turno de trabajo, que por estas horas cumple sus
funciones habituales. Apenas hubo un intento de modificarle el turno, rechazado
por la interna, que no prosperó.
El
sindicato y la Naranja
El sindicato consideró que la medida “era una locura” aunque
acompañó el trámite administrativo. Solo apareció para la asamblea final en la
que se empeñó en resaltar los límites de la conciliación y la fortaleza de la
patronal.
La Naranja por su parte contribuyó a orientar el
conflicto y acompañó el piquete físicamente desde el primer momento (Néstor Pitrola
tuvo incluso una comunicación con el ministro de trabajo de la provincia).
En nuestro balance – así lo señalamos en la asamblea -
este resultado, aunque provisorio, constituye un inmenso paso adelante: destruye
el mito de que no se puede luchar contra los despidos, refuerza la autoridad de
la interna y moraliza al activismo. La condición para que este avance se
consolide pasa por redoblar la movilización del taller. Ya se discute una
movilización el día de la próxima audiencia, un festival y otras iniciativas
que deben ampliar la base de sustentación de la comisión interna.
La patronal, golpeada, hará más de lo que hizo para
recomponer su dominación del taller; ya empezó a desparramar rumores sobre
represalias económicas; veremos…
Lo que hoy
tenemos es una situación muy favorable para quebrar la política antisindical de
una de las empresas más poderosas de la industria gráfica.
Miguel Bravetti
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