Apenas conocida la sanción de la reforma laboral brasileña, los principales medios de comunicación salieron a reclamar una reforma similar.
El diario La Nación destaca que “los acuerdos individuales entre un trabajador y su empleador, y los acuerdos por empresa prevalecerán sobre los convenios colectivos por actividad”. Señala que se ha creado la figura del “trabajador autónomo exclusivo, una suerte de monotributista que puede prestar servicios para un único empleador, sin estar atado a un vínculo laboral permanente”. Y la figura del trabajador "hipersuficiente": los empleados “podrán pactar libremente con las empresas su jornada laboral, el fraccionamiento de sus vacaciones y otras condiciones de trabajo”.
Además, la nueva legislación brasileña regula el teletrabajo y crea el llamado "contrato intermitente", por el cual “un trabajador podría permanecer a disposición de su empleador sin brindar una contraprestación laboral y sin garantía de recibir un salario mínimo ni de horas de trabajo. Autoriza también la posibilidad de una jornada laboral de 12 horas con 36 horas de descanso entre dos jornadas de trabajo”.
Otro aspecto importante es que elimina la obligatoriedad de que los despidos colectivos sean negociados con los sindicatos. Por otro, se reduce en un 30 por ciento el costo de la indemnización por despido. Finalmente, “se busca limitar los juicios, al resolverse que los trabajadores… tengan que probar que no pueden hacer frente al costo de una demanda para poder iniciarla en forma gratuita”.
Unión nacional
El legendario diario mitrista marca una agenda que es patrimonio común del conjunto de la clase capitalista. Señala que cualquiera sea el juicio que merezcan dichas normas laborales, el cambio es inevitable, como resultado de la “interdependencia” que tiene la Argentina con los países vecinos, en particular con Brasil. El Mercosur es utilizado como instrumento para alentar una competencia ruinosa y la precarización entre los trabajadores de ambos países.
Al editorialista no se le escapa que semejante paquete sólo puede pasar sobre la base de un acuerdo entre los principales bloques políticos. “Es menester que el gobierno nacional y las principales fuerzas de oposición analicen detenidamente no sólo el proceso de reforma laboral en el que se ha embarcado Brasil, sino también las razones que han llevado al vecino país a tomar semejante rumbo”. Se empieza a maquinar una "unión nacional," que se procura dé sus frutos después de las elecciones. “Para aprobar una reforma laboral, Macri deberá acordar con el peronismo" (Infobae, 21/7).
La oposición
Massa se cuidó muy bien de denunciar la reforma brasileña y los anuncios del gobierno de hacer lo propio en la Argentina una vez finalizados los comicios. El Frente Renovador plantea una política de promoción para las pymes que, entre otras cosas, promueve la reducción de las cargas sociales y, con la excusa del empleo joven, la promoción de pasantías, con sueldos y condiciones de trabajo por debajo del convenio.
Cristina Kirchner, a su turno, tampoco se ha pronunciado contra la reforma laboral. Plantea “prohibir los despidos por un año” mientras se hace la distraída y deja pasar la ola de despidos y cierres en curso. Habla de una “emergencia laboral” cuyos términos son difusos. No olvidemos que el kirchnerismo dejó un tercio de los trabajadores en negro y la mitad de la población precarizada con un salario promedio de un 40% de la canasta familiar y el impuesto al salario para los que se arrimaban a esa canasta. Los K fueron parte activa en el aliento de las tercerizaciones, empezando por las concesiones del Estado (¡ferrocarriles!). En 2015, por iniciativa de Cristina, se aprobó un blanqueo laboral, que ya contiene algunas de las cláusulas que ahora el macrismo pretende profundizar. Con el pretexto de mejorar el empleo registrado, se rebajaron las cargas patronales, agravando el desfinanciamiento de la Anses. Este enorme subsidio a los empresarios no sirvió, sin embargo, para mejorar la ocupación. Una vez más, quedó demostrado que la crisis no se origina en el costo laboral, sino en la gestión capitalista de la economía y sus contradicciones insuperables. La reducción de los costos laborales no revirtió las tendencias recesivas sino que terminó agravando sus efectos. Cristina no está dispuesta a sacar los pies del plato y a rebelarse contra la clase social de la cual ha sido tributaria durante su mandato.
Si hay algo que retrata la complicidad del arco opositor es la conducta que vienen teniendo frente a los conflictos que están sacudiendo el país. La burocracia sindical, vinculada con los diferentes bloques patronales, viene sosteniendo una tregua con el gobierno y desangrando las luchas. Cristina es la que exhortó a la CGT a diferir cualquier iniciativa de movilización para después de las Paso.
En la unión nacional que se está maquinando para después de las elecciones no sólo entran las cámaras empresarias, sino las centrales sindicales. La reforma a la baja de los convenios colectivos de petroleros, lecheros y marinos mercantes, la instauración del presentismo entre los estatales, los acuerdos de flexibilidad en el Smata, todos ellos, bendecidos por la burocracia sindical y la reforma reaccionaria de las ART, aprobada por los bloques de la oposición, son anticipos del cambio de la legislación que se prepara.
Estamos en presencia de una agresión estratégica. La clase obrera argentina debe tomar nota de este hecho, impulsar los combates que ya están curso y preparar los que van a venir. Aquí, en nuestro país, podemos parar la reforma laboral. Una derrota del gobierno y sus socios del ajuste será un paso fundamental para abrir paso a una salida política de los trabajadores a la crisis nacional.
Pablo Heller