Los trabajadores gráficos de Donnelley fueron sorprendidos por un
“cierre por quiebra” del cual se enteraron por un cartelito de una carilla
colgado en el portón de la empresa. Bonito método para dejar 400 familias en la
calle. Al otro día, los trabajadores entraron en la planta, virtualmente
abandonada.
Previamente, el gobierno de la provincia decretó una conciliación
obligatoria mediante audiencia donde no fueron directivos de la empresa, sino
un abogado con “mandato por 24 horas”. El grupo empresarial gráfico más grande
del mundo hizo las valijas sin dar la cara. El cuerpo de delegados declaró que
“ingresaron en la fábrica para cumplir con la conciliación y poner a andar las
máquinas y cumplir con los clientes”. Esta ocupación sui generis abre una nueva
etapa del conflicto.
Los trabajadores realizaron un acto donde explicaron su decisión de
lucha y sus planes de poner la planta a producir. En él, Néstor Pitrola habló
indicando que, esa mañana misma, el cuerpo de delegados de Ipesa paró la
impresión de la revista Gente, lo que desató el aplauso de los obreros,
cansados pero con alta moral. Luego hablamos los delegados de Morvillo y
AGR-Clarín, quienes explicaron a la masa de compañeros que hace semanas están
rechazando los trabajos que provienen de Donnelley. Una actitud clasista que ya
queda incorporada a la mejor tradición de los años ’70. En cambio, en estas semanas
previas, una cooperativa que orienta la Lista Verde hizo un trabajo de esa
procedencia, situación que debe revertirse dialogando con los compañeros.
Este “cierre por quiebra” fue largamente preparado. El pulpo
internacional presentó un recurso de crisis promoviendo 123 despidos, que fue
archivado pero alertó sobre los planes empresarios, sin que el Ministerio de
Trabajo proceda a abrir los libros de una empresa que ganó muy buena plata en
los 22 años que opera en el país.
En los últimos días y semanas, Donnelley agravó las medidas represivas
contra los trabajadores -cacheos, etc.-, y rodeó la planta de alambres de púa y
rejas.
En oportunidad del modesto aumento de paritarias, la patronal aplicó la
primera cuota sobre el básico y no sobre el conformado, profundizando una
diferencia salarial importante por debajo de los salarios de la competencia. No
se trata, por lo tanto, de una empresa que se va por la “comisión interna
radicalizada” como sugirieron algunos medios. El pecado de los compañeros sería
haber rechazado el recurso de crisis defendiendo sus familias. Por otro lado,
la Faiga, la cámara empresaria gráfica, declara “no hay crisis en el sector”
que trabaja al 75% de capacidad ociosa y que se trata de una “decisión de
Donnelley”. Por lo tanto, se trata de un vaciamiento.
Demasiado para que el gremio en su conjunto no tome cartas. El sindicato
ongarista convocó un plenario, excepcional si se quiere, porque no lo hizo
nunca ante grandes conflictos como Atlántida, AGR, Crónica y tantos otros.
Pero, a pesar de saludar la conducta “orgánica” de la comisión interna, se
opuso a una movilización y a un paro general al primer despido, y llamó a “no
hacer las publicaciones en lo posible”. Fórmula ambigua para cubrir que las
cooperativas gráficas no siguen esa regla de oro de clase en el gremio, algo
que jamás garantizó la burocracia ongarista ante los conflictos, especialmente
a fines de los ’80 donde hubo grandes luchas, o ante la histórica ocupación de
Atlántida en los durísimos ’90.
Los cuerpos de delegados opositores junto a Donnelley votaron paro
general al primer despido y movilización del gremio. Algo que conserva
vigencia, porque hay que respaldar a los valientes cuerpos de delegados que
vienen aguantando la tensión con las patronales que pretenden hacer trabajos de
Donnelley.
A rodear de solidaridad a los compañeros. A unir su lucha con Emfer y
Lear en una gran movilización obrera contra los despidos y demás
reivindicaciones, y por el inmediato paro general activo de 36 horas.
Sebastián Rodríguez – Pablo
Melta, delegados de Morvillo y AGR Clarín
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