viernes, 23 de junio de 2017

En pocos días, más de mil despidos en la industria



La ola de despidos en el sector industrial ha sumado episodios significativos en los últimos días: el cierre de la planta de Pepsico en Florida, que representa 600 cesantías; un nuevo tendal en Puma, con la expulsión de 180 trabajadores en localidades del interior riojano; 70  empleados licenciados por el cierre de los talleres ferroviarios Rioro (cerca de Rosario) y el anuncio de 170 despidos para fin de año en la empresa de productos químicos Lanxess.

Estos nuevos ataques contra los trabajadores se suman a los centenares de despidos en los últimos meses en numerosas fábricas alimenticias (Helados Vito, Bertone, Cresta Roja, Bimbo, Canale) y en Alpargatas, BGH, Banghó, Ingredion, Quilmes, entre otros; y a los que están en carpeta en Atucha (con la no renovación de 140 contratos), Coca-Cola (que planea un recorte del 15% del personal) y Sancor, que viene de aprobar un plan de reestructuración que apunta contra centenas de puestos de trabajo.

El caso de Pepsico es ilustrativo en más de un sentido.

Como han denunciado sus trabajadores, se trata de un cierre y relocalización (a Mar del Plata) fraudulento, en la medida en que la “crisis” en que se ampara la patronal es en verdad una excusa para reemplazar a los operarios en actividad por otros con menores salarios y más flexibilizados. La maniobra de Pepsico cuenta con la venia del Ministerio de Trabajo –que aprobó en forma exprés, violando los plazos legales, un procedimiento preventivo de crisis que allana los despidos.

La conducción del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA) ha dejado pasar los despidos en el sector, y viene de cerrar una paritaria miserable, por debajo de la inflación –un botón de muestra de la burocracia que rige los principales sindicatos del país, protagonista invaluable del ajuste, que a la tregua eterna con el gobierno y los acuerdos a la baja suma la firma de convenios flexibilizadores (Petroleros, Lácteos, Estatales).

En otro de los episodios más resonantes, el de Puma –donde ya se habían producido 100 despidos en marzo– el gobierno provincial repite la tesitura de la patronal: “lamentablemente esto se debe a la apertura de las importaciones que se hizo desde Nación”, sostuvo el ministro de Planeamiento e Industria riojano, Rubén Galleguillo (El Cronista, 22/6).

Este argumento se ha vuelto un canto de cisne de todo un sector de la burguesía nacional, que esgrime la amenaza importadora con el doble objetivo de obtener subsidios y, ante todo, extorsionar a los trabajadores para que renuncien a sus conquistas si no quieren ser víctimas de despidos –una extorsión a la que se ha plegado la burocracia sindical, y por demás mentirosa, como muestra el plan de cesantías en Sancor luego de la liquidación del convenio lechero.

Los despidos forman parte de una tentativa de reorganización social por parte de las patronales y el gobierno, que presionan por una descarga más a fondo de la crisis sobre la espalda de los trabajadores, con la activa colaboración de la burocracia sindical. En este cuadro, la lucha por la defensa de los puestos de trabajo se inscribe en la necesidad de una respuesta independiente de la clase obrera.

Tomás Eps

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