viernes, 4 de agosto de 2017

El escenario político, a diez días de las Paso

Bien mirada, y en lo que respecta a los partidos del régimen, la campaña hacia las Paso ha sido una gran tentativa de ocultamiento de una crisis política y social de fondo, de alcance nacional y continental. Ese ensayo encubridor, sin embargo, no ha podido evitar que esa crisis se exprese cotidianamente, en términos de luchas y choques con las masas. La ocupación de Pepsico, desalojada el mismo día en que comenzaba ‘formalmente’ la campaña, colocó en las Paso una agenda que ya estaba presente desde comienzos de año, con AGR-Clarín, las huelgas docentes de todos los niveles, la lucha de Santa Cruz, de los choferes de Córdoba y un paro nacional que la CGT puso en juego sólo como recurso para contener esta irrupción obrera en vísperas de los comicios. La burocracia actuó, de ese modo, como agente de los candidatos patronales, los cuales, del PRO al kirchnerismo, se empeñaron en encauzar la inquietud popular en el corset de las elecciones.

A pesar de ello, las Paso no han podido desembarazarse de un escenario de luchas. Sólo la militarización de la planta impidió una nueva ocupación fabril -la de Cresta Roja. La lucha de Adidas, por su parte, es la punta visible de una escalada de cierres y despidos masivos en la industria del calzado. La clase obrera de los ingenios del NOA salió a luchar por el salario y sus conquistas laborales, primero, y ahora contra el cierre del Ingenio La Esperanza. En Santa Cruz, el ajuste salvaje contra docentes, estatales y petroleros tiene el doble sello de la administración provincial kirchnerista y del gobierno nacional.

La convocatoria de la CGT a una marcha con un mes de plazo sólo vuelve a refrendar el abismo que separa a las aspiraciones obreras de la burocracia, que apura la firma de convenios flexibilizadores en diferentes sindicatos. Pero la dilación de la burocracia ha contado con la venia de todas las fracciones burocráticas, incluyendo al kirchnerismo. Antes de ello, CFK había desechado una movilización de su corriente sindical para este 7 de agosto. El esfuerzo para que la clase obrera no intervenga en la crisis involucra a todos los bloques capitalistas que disputan estas Paso, del macrismo a “nacionales y populares”.

Crujidos por arriba

Los slogans de campaña tampoco han podido evitar los cimbronazos cada vez más agudos del programa económico oficial. En el curso de estas Paso, el peso sufría una devaluación del 15%. Los lenguaraces oficiales atribuyen la suba del dólar a la ‘inquietud electoral’, en un intento por disimular desequilibrios de fondo. A la corrida contra el peso de días atrás se volcó una fracción de especuladores que decidieron no renovar sus colocaciones en la deuda del Banco Central (Lebacs), aún cuando el gobierno había elevado su rendimiento. Para sofocar la corrida, el gobierno apeló a divisas que han ingresado a través de préstamos externos: o sea que el hiperendeudamiento está financiando la fuga de capitales, un escenario ya conocido en las vísperas de otras bancarrotas nacionales. La deuda pública roza las dos terceras partes del Producto Bruto y su refinanciación aparece cada vez más gravosa, a causa de su propio crecimiento y del escenario internacional. El comercio exterior del país, golpeado por la crisis mundial y continental, no puede proveer los recursos para reciclar esa hipoteca.

La brusca devaluación, entretanto, ha dañado prematuramente al nuevo programa de créditos hipotecarios, uno de los recursos que el gobierno esgrimía para una reactivación. El carácter potencialmente confiscatorio de estos préstamos -cuya capital y cuotas se actualizan por la inflación y no con el salario- se puso de manifiesto con la devaluación, que disparó el valor de los inmuebles. Pero la inviabilidad de esta burbuja hipotecaria daría por tierra con una reactivación de la construcción, un “brote verde” que, en ese caso, pasaría sólo a depender de la hipertrofiada deuda pública. Por otra parte, no se detiene la bancarrota industrial de los sectores más expuestos a la competencia internacional. Tampoco la de las producciones regionales, donde los incentivos oficiales -eliminación de retenciones e impuestos- han quedado en manos del capital financiero y los pulpos exportadores. Así las cosas, el escenario postelectoral semeja a la Argentina con una gran convocatoria de acreedores, donde la clase capitalista redobla la exigencia de trasladarle el fardo de la quiebra a los trabajadores. Esto explica la exigencia de una reforma laboral flexibilizadora en espejo con Brasil; de una reforma previsional que contemple un aumento ¡optativo! de la edad jubilatoria -optar entre morirse de hambre y seguir trabajando- y un salto en la degradación educativa, como lo revelan los planes para convertir al 5º año secundario en una pasantía a gusto de las empresas.

Crisis continental

Hasta donde les fue posible, los partidos capitalistas han disimulado también el alcance continental y mundial de la crisis en curso. La caída de los precios internacionales, por un lado, y el agravamiento de la guerra de rapiña por un mercado mundial en retroceso, del otro, no sólo han colocado en defol a los regímenes nacionalistas o pretendidamente progresistas del continente. También han puesto en tela de juicio a la tentativa de reemplazarlos por regímenes derechistas, que sólo podrían progresar a costa de desatar rebeliones populares aún más agudas a las que vivió el continente. En Brasil, la experiencia de Temer podría terminar bebiendo de su propia medicina -una destitución parlamentaria, en medio de las denuncias de corrupción y de su incapacidad para aplicar el programa antiobrero que exigen los ‘rescatistas’ del país. En Venezuela, la experiencia chavista ha derivado en un régimen bonapartista de facto, sostenido por una cúpula militar y una camarilla corrupta. La amañada Constituyente de Maduro no se propone tomar las medidas elementales para sacar a las masas de la penuria extrema ni oponerle un planteo de transformación social al programa de recolonización integral que propugna la derecha proimperialista. Por el contrario, aspira a dictar el estatuto de una reprivatización petrolera. Por eso mismo, las masas que salen a enfrentar la crisis no podrían tener una salida en manos de los ajustadores derechistas. Venezuela expresa un dilema que atraviesa a toda la clase obrera continental: la lucha y la necesidad de una salida propia, frente al nacionalismo fracasado y a los macristas de la región. La perspectiva estratégica que deja esta crisis es la lucha por gobiernos de trabajadores en todo el continente.

Las perspectivas políticas

Mientras los protagonistas de las Paso proyectan el futuro como el cambio progresivo y pacífico de las relaciones de fuerza parlamentarias, nosotros avizoramos un escenario de grandes choques sociales, crisis políticas e incluso de alteraciones de régimen político -ello, como consecuencia de la crisis capitalista y de la tentativa de trasladarle la factura de esa crisis a las masas. Este es el escenario continental, del que Argentina no es ajena. La tentativa de llevar adelante la expulsión sumaria de un diputado en el Congreso es sólo un anticipo y una pantalla para avanzar en un régimen de excepción para hacer pasar esta agenda antipopular y explica la oposición firme que desarrolló el Partido Obrero en este punto.

El escenario preelectoral destaca una fuerte contradicción entre la victoria que las encuestas pronostican para Cristina Kirchner, de un lado, y su completo silencio frente al progreso de la crisis nacional y continental, del otro. La jefa del kirchnerismo ha callado frente al ensayo de golpe parlamentario de la semana pasada y -ahora- frente a la propia crisis venezolana. Algunos voceros K se han despegado del gobierno de Maduro, pero sólo para auspiciar una mediación liderada por la OEA -o sea, por el “ministerio de colonias” del continente. A ello, se suma la ausencia del kirchnerismo en las grandes sociales del período, que han tenido como protagonistas al sindicalismo clasista y a la militancia y voceros del Frente de Izquierda.

El macrismo parece absorber una posible derrota de Buenos Aires, que aspira a equilibrar con victorias propias o de aliados en el interior. Pero principalmente, apostando a revertir el resultado electoral bonaerense en octubre, apelando para ello a una polarización política. A su favor, cuenta con la inconsistencia política del armado kirchnerista, que es lo que se ha puesto de manifiesto en estos grandes episodios de crisis que han atravesado las Paso.

El Frente de Izquierda, en cambio, no pasó desapercibido. Una campaña “en defensa de los trabajadores” lo encontró
poniendo el cuerpo en las luchas obreras, en toda la geografía del país. La tentativa de disimular el ajuste y la impunidad hacia los corruptos con un golpe parlamentario, por otra parte, encontró a nuestros diputados en la primera fila de la lucha política y la denuncia contra los nuevos y viejos cómplices de la corrupción capitalista. Tenemos indicios de que esta intervención política y de lucha ha calado entre toda una porción de los trabajadores y la juventud, lo cual debemos refrendar estos días en la conquista del voto ‘hombre a hombre’ y de miles de fiscales.


Marcelo Ramal

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