A los ríos de tinta que han corrido sobre el escándalo Ciccone hay que sumar ahora una lacónica solicitada publicada por el sindicato gráfico.
“Era hora que se escuchara la voz de los trabajadores”, declaró en una radio un directivo del gremio. Cuando todas las promesas de retomar la producción se desvanecen (la planta está paralizada desde mediados del año pasado), sin dudas que era hora.
¿Pero qué dice la solicitada, además de las referencias a la Sociedad Tipográfica de 1857 y la CGT de Los Argentinos o las invocaciones a Dios? “Queremos decirles a los 40 millones de argentinos que los billetes que alguna vez se hicieron en Brasil o en otros países deben hacerse ahora en Argentina”. Eso es todo lo que, no los trabajadores sino la burocracia, tiene para decir sobre esta crisis monumental. Así lo entendieron muchos trabajadores que manifestaron su disgusto a la comisión interna. Protestas agravadas por el atraso en los últimos salarios.
Nuestra posición de siempre es: basta de curros y negociados, fuera Boudou, sus testaferros y los Ciccone. Estatización sin indemnización –con su deuda de 263 millones a la AFIP ya es largamente estatal-, control obrero y directorio integrado mayoritariamente por representantes de los trabajadores votados en asamblea, rotativos y revocables.
La larga crisis de “la imprenta más importante del país” como la bautizaron los medios, atrapada permanentemente en las internas del poder, sólo puede resolverse con una medida de fondo; por la que no puede luchar una burocracia acabada como la de Ongaro.
Miguel Bravetti
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