IMPRESORES
Las huelgas, afirmaba Lenin, son
“escuelas” de lucha de clases en las que los trabajadores toman conciencia de
su poder y de su antagonismo con los capitalistas, las leyes, la policía y el
gobierno.Sin dudas, la extraordinaria lucha de los gráficos de Impresores
contra los despidos tiene ese significado; o al menos es así para el masivo
activismo que durante una semana defendió el paro general echando mano a gran
parte del arsenal del movimiento obrero combativo.
El bloqueo de los portones, los
piquetes hostilizando al pequeño grupo de carneros, los “roces” con la policía,
un acampe que se sostuvo aún bajo la lluvia, el corte del acceso al parque
industrial, una ocupación temporal del playón para sortear el cordón de
infantería y las asambleas resolviendo cada paso, fueron marcando el ritmo de
evolución de los trabajadores.
Un cuarto intermedio para
destrabar (o rearmar) el conflicto
Al cierre de este artículo, una
asamblea resolvía levantar transitoriamente la huelga para dar lugar a una
serie de reuniones en el ámbito de la empresa, luego de que fracasaran todos
los intentos de destrabar el conflicto en el Ministerio de Trabajo.
Hay que decir que el traslado del
expediente a la sede de La Plata y la intervención directa de altos
funcionarios no arrojó el menor resultado. Es decir, el Estado es “impotente”
frente a una patronal que viola el convenio colectivo y las leyes (recordemos que
la causa última del conflicto es la persecución sindical) pero ante la reacción
obrera movilizó fiscales, jueces, comisarios y decenas de guardias de
infantería para desalojar el piquete y garantizar la libertad de la patronal de
seguir pisoteando a los trabajadores.
La invocada independencia de los
poderes públicos es un verso que busca disimular la orientación política única
impuesta a todo el aparato estatal por el gobierno kirchnerista en favor de las
patronales más negreras. Esto explica la defensa entusiasta del “modelo” -al
menos hasta ahora- por parte de la cámara gráfica, de la cual Impresores es
miembro destacado.
Un salto adelante en la
organización
El principal límite que tuvo que
enfrentar la actual comisión interna desde que asumió hace apenas seis meses
fue la falta de homogeneidad de los trabajadores respecto de las experiencias
-y derrotas- anteriores. Todo su esfuerzo estuvo puesto en superar esta
diferenciación que se expresó sin embargo en la votación dividida en torno al
paro.
Pero el riesgo de ir a la huelga
general en tales condiciones era menor que el costo de dejar pasar este despido
sin lucha. Ese fue el error de la interna anterior, que terminó sumida en la
parálisis. A veces, no se trata de ir a la acción por el consenso sino de ganar
el consenso por la acción.
Consciente de este déficit, la
empresa buscó quebrar el conflicto, procurando que la presión de los
supervisores, las intimaciones telegráficas y el núcleo de “leales” (así los
llamó en una reunión) termine arrastrando al resto. Y por supuesto con la
policía asegurando la libertad de “carnereaje”.Ese objetivo patronal fracasó
rotundamente. La planta nunca llegó a funcionar en más de un treinta por ciento
y esto con la colaboración de jefes y contratados, a doble jornada; jamás hubo
más de una veintena de operarios por cada turno.
Una parte importante de los que
votaron contra el paro, acataron la medida e incluso muchos participaron de los
piquetes. Otros que terminaron entrando nunca dejaron de expresar su simpatía
con la lucha. Un sector de logística, encuadrado en camioneros, se plegó al
paro y sólo retomó las tareas por la coacción de su sindicato. Otro grupo que
en principio estuvo dispuesto a trabajar desistió en repudio a la presencia de
la infantería.
Necesitamos un plenario de delegados
de la zona norte
Un párrafo aparte merece la conducta
del sindicato, que sólo se limitó a acompañar las audiencias haciendo oídos
sordos al reclamo de que convoque al plenario de delegados de zona norte para
resolver la solidaridad del gremio.
Solo apareció por la planta al tercer
día de paro convocado por un grupito afín tal vez con la ilusión de meter una
cuña en la orientación del conflicto y recibió una catarata de críticas y
recriminaciones que llegaron al borde de la agresión.
Esta actitud enérgica del activismo
en reivindicación de la lucha fue una muestra clara de la evolución de que
hablamos. Por ejemplo, cuando un dirigente propuso “una votación por urnas” la
respuesta de varios fue que “ese era un método de la patronal. Nosotros decidimos
por asamblea”.Esa misma convicción se expresó en el debate con el comisario
general que pretendió convencerlos del beneficio de retirarse de los portones y
en la conducta hacia jefes y supervisores. Entre los muchos maltrechos por esta
lucha hay que contar al “principio de autoridad”.
¿Cómo sigue?
La decisión de ingresar a la planta y
pasar a un “cuarto intermedio” en función de despejar una negociación obedece a
una comprensión muy profunda del conflicto. Aunque los costos económicos por
días caídos y premios son importantes, la cuestión ha perdido el peso que tenía
tiempo atrás. Un 75 por ciento del plantel se mantuvo -aunque por diversas
motivaciones- en el campo del paro. El activismo se consolidó, ganó
reconocimiento, se multiplicó. El reingreso a la planta se da en estos términos
y con el fin de retomar el contacto cotidiano con la fracción que puede ser
ganada.
La asamblea general será de nuevo el
mecanismo para decidir cómo continuar en caso de que la empresa mantenga (que
es lo más probable, hay que decirlo) su intransigencia.Más allá del curso que
siga el conflicto es muy evidente el salto inmenso que se ha dado en la
organización y maduración del taller. Los gráficos de Impresores pasaron como
resultado de la escuela de la huelga a revistar en las filas de la vanguardia
obrera argentina.
Miguel Bravetti
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