jueves, 12 de septiembre de 2013

La escuela de la huelga

IMPRESORES

Las huelgas, afirmaba Lenin, son “escuelas” de lucha de clases en las que los trabajadores toman conciencia de su poder y de su antagonismo con los capitalistas, las leyes, la policía y el gobierno.Sin dudas, la extraordinaria lucha de los gráficos de Impresores contra los despidos tiene ese significado; o al menos es así para el masivo activismo que durante una semana defendió el paro general echando mano a gran parte del arsenal del movimiento obrero combativo.
El bloqueo de los portones, los piquetes hostilizando al pequeño grupo de carneros, los “roces” con la policía, un acampe que se sostuvo aún bajo la lluvia, el corte del acceso al parque industrial, una ocupación temporal del playón para sortear el cordón de infantería y las asambleas resolviendo cada paso, fueron marcando el ritmo de evolución de los trabajadores.
Un cuarto intermedio para destrabar (o rearmar) el conflicto
Al cierre de este artículo, una asamblea resolvía levantar transitoriamente la huelga para dar lugar a una serie de reuniones en el ámbito de la empresa, luego de que fracasaran todos los intentos de destrabar el conflicto en el Ministerio de Trabajo.
Hay que decir que el traslado del expediente a la sede de La Plata y la intervención directa de altos funcionarios no arrojó el menor resultado. Es decir, el Estado es “impotente” frente a una patronal que viola el convenio colectivo y las leyes (recordemos que la causa última del conflicto es la persecución sindical) pero ante la reacción obrera movilizó fiscales, jueces, comisarios y decenas de guardias de infantería para desalojar el piquete y garantizar la libertad de la patronal de seguir pisoteando a los trabajadores.
La invocada independencia de los poderes públicos es un verso que busca disimular la orientación política única impuesta a todo el aparato estatal por el gobierno kirchnerista en favor de las patronales más negreras. Esto explica la defensa entusiasta del “modelo” -al menos hasta ahora- por parte de la cámara gráfica, de la cual Impresores es miembro destacado.
Un salto adelante en la organización
El principal límite que tuvo que enfrentar la actual comisión interna desde que asumió hace apenas seis meses fue la falta de homogeneidad de los trabajadores respecto de las experiencias -y derrotas- anteriores. Todo su esfuerzo estuvo puesto en superar esta diferenciación que se expresó sin embargo en la votación dividida en torno al paro.
Pero el riesgo de ir a la huelga general en tales condiciones era menor que el costo de dejar pasar este despido sin lucha. Ese fue el error de la interna anterior, que terminó sumida en la parálisis. A veces, no se trata de ir a la acción por el consenso sino de ganar el consenso por la acción.
Consciente de este déficit, la empresa buscó quebrar el conflicto, procurando que la presión de los supervisores, las intimaciones telegráficas y el núcleo de “leales” (así los llamó en una reunión) termine arrastrando al resto. Y por supuesto con la policía asegurando la libertad de “carnereaje”.Ese objetivo patronal fracasó rotundamente. La planta nunca llegó a funcionar en más de un treinta por ciento y esto con la colaboración de jefes y contratados, a doble jornada; jamás hubo más de una veintena de operarios por cada turno.
Una parte importante de los que votaron contra el paro, acataron la medida e incluso muchos participaron de los piquetes. Otros que terminaron entrando nunca dejaron de expresar su simpatía con la lucha. Un sector de logística, encuadrado en camioneros, se plegó al paro y sólo retomó las tareas por la coacción de su sindicato. Otro grupo que en principio estuvo dispuesto a trabajar desistió en repudio a la presencia de la infantería.
Necesitamos un plenario de delegados de la zona norte
Un párrafo aparte merece la conducta del sindicato, que sólo se limitó a acompañar las audiencias haciendo oídos sordos al reclamo de que convoque al plenario de delegados de zona norte para resolver la solidaridad del gremio.
Solo apareció por la planta al tercer día de paro convocado por un grupito afín tal vez con la ilusión de meter una cuña en la orientación del conflicto y recibió una catarata de críticas y recriminaciones que llegaron al borde de la agresión.
Esta actitud enérgica del activismo en reivindicación de la lucha fue una muestra clara de la evolución de que hablamos. Por ejemplo, cuando un dirigente propuso “una votación por urnas” la respuesta de varios fue que “ese era un método de la patronal. Nosotros decidimos por asamblea”.Esa misma convicción se expresó en el debate con el comisario general que pretendió convencerlos del beneficio de retirarse de los portones y en la conducta hacia jefes y supervisores. Entre los muchos maltrechos por esta lucha hay que contar al “principio de autoridad”.
¿Cómo sigue?
La decisión de ingresar a la planta y pasar a un “cuarto intermedio” en función de despejar una negociación obedece a una comprensión muy profunda del conflicto. Aunque los costos económicos por días caídos y premios son importantes, la cuestión ha perdido el peso que tenía tiempo atrás. Un 75 por ciento del plantel se mantuvo -aunque por diversas motivaciones- en el campo del paro. El activismo se consolidó, ganó reconocimiento, se multiplicó. El reingreso a la planta se da en estos términos y con el fin de retomar el contacto cotidiano con la fracción que puede ser ganada.
La asamblea general será de nuevo el mecanismo para decidir cómo continuar en caso de que la empresa mantenga (que es lo más probable, hay que decirlo) su intransigencia.Más allá del curso que siga el conflicto es muy evidente el salto inmenso que se ha dado en la organización y maduración del taller. Los gráficos de Impresores pasaron como resultado de la escuela de la huelga a revistar en las filas de la vanguardia obrera argentina.


Miguel Bravetti

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