IMPRESORES
La tregua duró apenas una semana. La voluntad de encontrar una salida negociada que demostró la comisión interna chocó con la conducta cerrada de una patronal que no se resigna a perder su poder en la fábrica.
Primero, alegó que no podía considerar los reclamos -el despido de un compañero- hasta que no se normalizara el “clima de convivencia”; vale decir, frenar las recriminaciones por parte de los huelguistas al núcleo que carnereó -algo inevitable en una lucha tan dura y prolongada.Está claro que una derrota del conflicto invertiría la presión. De hecho, es lo que buscó generar la empresa al suspender a un activista por supuestas “amenazas” contra otro trabajador, en un episodio que, en realidad, no pasó de una ruda discusión.
La tensión que sufren algunos que entraron a trabajar durante la huelga no proviene del hostigamiento, sino de la atribulación por haber violentado una decisión colectiva. Un ejemplo de esto es el compañero que presentó su renuncia -rechazada por la empresa- y luego votó a favor de la continuidad de la lucha.Casos como éste se multiplicaron; de hecho, las asambleas votaron (por una mayoría sensiblemente mayor que en el pasado) retomar el plan de lucha con paros escalonado de dos horas por turno, luego de una audiencia que tendrá lugar en La Plata.
La moción presentada por la interna fue discutida previamente en una reunión de cincuenta activistas que saldó varios debates; entre otros, la conveniencia de desarrollar las medidas dentro de la empresa. A los puntos ya exigidos, se agrega la rectificación de la sanción y el retiro del grupo de seguridad privada que se instaló en los vestuarios, el estacionamiento y los playones de la planta.
Todo parece indicar que este histórico conflicto ingresa a una nueva etapa.
Miguel Bravetti
Primero, alegó que no podía considerar los reclamos -el despido de un compañero- hasta que no se normalizara el “clima de convivencia”; vale decir, frenar las recriminaciones por parte de los huelguistas al núcleo que carnereó -algo inevitable en una lucha tan dura y prolongada.Está claro que una derrota del conflicto invertiría la presión. De hecho, es lo que buscó generar la empresa al suspender a un activista por supuestas “amenazas” contra otro trabajador, en un episodio que, en realidad, no pasó de una ruda discusión.
La tensión que sufren algunos que entraron a trabajar durante la huelga no proviene del hostigamiento, sino de la atribulación por haber violentado una decisión colectiva. Un ejemplo de esto es el compañero que presentó su renuncia -rechazada por la empresa- y luego votó a favor de la continuidad de la lucha.Casos como éste se multiplicaron; de hecho, las asambleas votaron (por una mayoría sensiblemente mayor que en el pasado) retomar el plan de lucha con paros escalonado de dos horas por turno, luego de una audiencia que tendrá lugar en La Plata.
La moción presentada por la interna fue discutida previamente en una reunión de cincuenta activistas que saldó varios debates; entre otros, la conveniencia de desarrollar las medidas dentro de la empresa. A los puntos ya exigidos, se agrega la rectificación de la sanción y el retiro del grupo de seguridad privada que se instaló en los vestuarios, el estacionamiento y los playones de la planta.
Todo parece indicar que este histórico conflicto ingresa a una nueva etapa.
Miguel Bravetti
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