La crítica a nuestro balance de Impresores que publica
el PTS bajo el copete: “tropiezo de la Naranja en gráficos”, es un perfecto
ejemplo de cómo razona una secta.
El artículo sostiene que se perdió porque La Naranja
se negó a seguir “las propuestas de coordinación de la Bordó” impidiendo que
“se unificara con Kromberg”.
En realidad fue al revés; al bloqueo que realizó
Kromberg contra los despidos fueron más 80 compañeros de Impresores; fue
Kromberg la que participó poco de la lucha de Impresores. Pero ya había sufrido
una derrota y el activismo estaba golpeado, por lo tanto no hay nada que
recriminar.
Dice que realizamos “un corte de Panamericana sin
convocar organizaciones, salvo (…) aquellas que integran la Naranja”. Pero a La
Naranja no la integran organizaciones, de modo que en ese corte, que fue muy
exitoso, sí hubo otras fuerzas. Fue la Bordó la que faltó sin aviso. Y lo mismo
ocurrió durante casi todo el conflicto: se hicieron acampes, movilizaciones, actos en el
ministerio y – como ya se lo hemos señalado – la participación de la Bordó fue
de escasa para abajo.
El PTS reconoce que se libró una enorme lucha “con
paros, bloqueos y corte de ruta”, pero separa las “muestras que dieron los trabajadores”
de la intervención de La Naranja, que solo se habría enfocado a “evitar la
influencia de otras organizaciones”. ¡Qué burdo!
Lo decisivo fue que el conflicto y sobre todo los
ataques posteriores de la patronal, agotaron a la interna al punto de
inmovilizarla. La derrota electoral fue el resultado de la incapacidad del
activismo, y de La Naranja, de contrarrestar la división del taller.
La de Impresores fue una gran lucha, que desplegó
una enorme iniciativa; aunque no alcanzó para quebrar a “una patronal muy dura
(que llegó a meter la policía a la planta para romper una asamblea obrera)”.
Como la de Atlántida, son derrotas que jalonan
el proceso de formación de la vanguardia.
Decir que Impresores y Atlántida se parecen porque
fueron derrotadas (¿por qué no meter en esa bolsa, por caso, a Mafissa?) es lo
peor del artículo. Ya escuchamos estos
argumentos reaccionarios muchas veces, contra la ocupación de la Ford del ’85 o
contra la lucha del Casino.
Miguel
Bravetti
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